El Ahora12 y, por qué no
decirlo, el Ahora18 también, fueron programas que apostaron a una de las formas
más eficientes de reactivar el consumo: el crédito. La lógica era relativamente
sencilla: los comercios apostaban a que el crédito aumentara su volumen de
ventas; las tarjetas y los bancos, mejoraban las condiciones financieras que
ofrecían a los comercios, apostando a ganar más por el aumento en el volumen de
las ventas financiadas, que por las comisiones que obtenían de cada
transacción; los consumidores podían acceder a bienes durables (plasmas,
heladeras, aires acondicionados, etc.) puesto que la posibilidad de financiar
el producto implicaba un aumento en su poder adquisitivo. A pesar que algunos
economistas piensen que eso fue “una ilusión” o que “no era normal”, el
programa tuvo un éxito rotundo:
En los 16 meses que van desde el lanzamiento del Ahora12 entre
septiembre de 2014 y hasta diciembre de 2015, el consumo acumuló un crecimiento
del casi 5% en cantidades.
Las ventas totales con el Ahora12 desde su inicio llegaron a los
$101.000 millones con un total de 44 millones de transacciones registradas.
En los primeros 10 meses de 2016 las operaciones con Ahora12
tuvieron un crecimiento anual del 30%.
En ocasión de su lanzamiento, la entonces Presidenta, Cristina
Fernández de Kirchner, apuntó a que el plan era “para comprar trabajo
argentino”. La financiación solo podía ser utilizada para adquirir productos
elaborados por la industria nacional y a muchos nos habrá pasado de ir a un
local de ropa y que el vendedor nos explique cuáles prendas sí podían pagarse
en 12 cuotas y cuáles no.
El éxito del Ahora12 no solo
consistió en el incremento del consumo, sino en su expansión territorial. Uno
de los factores que más contribuyen a explicar el crecimiento del programa es
la aparición de la financiación en negocios que típicamente no utilizaban
tarjetas de crédito. Los ejemplos abundan en el interior del país. Para
nosotros lo porteños, basta con recorrer la Avenida Cabildo y ver los carteles
escritos con marcador en las puertas de muchos comercios, emulando el logo
oficial del Ahora12. El programa llegó a comercios donde antes las tarjetas de
crédito no lograban penetrar. Fue entonces beneficioso para las tres partes
involucradas: los consumidores podían financiar sus compras en casas de
segundas marcas, donde los precios son generalmente más bajos; las tarjetas
incorporaron más clientes (comercios) a su negocio; y los comercios pudieron
beneficiarse de ofrecer a sus clientes un programa con una altísima aceptación
entre los consumidores.
El reciente anuncio por parte del gobierno de Macri de “Precios
Transparentes” resulta en principio incomprensible: en noviembre de 2016, el
gobierno ampliaba el Ahora12, lanzando el Ahora18 un programa que “posibilitará
comprar en 18 cuotas sin interés”.
Pero ¿cómo? ¿Hace nada más que
un mes el gobierno profundizaba las 12 cuotas sin interés y las extendía hasta
las 18 cuotas a sabiendas que esas cuotas tenían “un interés oculto”, como
ahora se acaba de argumentar en el programa Precios Transparentes? Las
hipótesis que permiten comprender esta ciclotimia de la política económica se
reducen a dos:
1. O bien el gobierno sabía que las 18 cuotas “sin interés”
tenían un interés y lo ocultó deliberadamente (lo cual sería grave).
2. O bien el gobierno lanzó el Ahora18 sin siquiera saber que las cuotas tenían un interés oculto (lo cual sería gravísimo…).
2. O bien el gobierno lanzó el Ahora18 sin siquiera saber que las cuotas tenían un interés oculto (lo cual sería gravísimo…).
Pero el problema es que ni 1 ni 2 son ciertas. Para que quede
claro: las 12 y las 18 cuotas de los programas de cuotas sin interés… ¡no
tienen interés! ¿Cómo podemos estar seguros de esto? Simple lógica. Veamos. El
argumento del gobierno es que los programas de cuotas sin interés, en realidad
tienen interés. Los comercios volcarían el costo financiero de esos programas
en los precios de contado, encareciendo los artículos y contribuyendo a la
inflación. Siguiendo con estas hipótesis, la eliminación de las 12 y 18 cuotas
haría bajar los precios de contado entre un 10% a 15%. Pues bien, si la
hipótesis del gobierno fuera cierta, esto es, que las 12 y 18 cuotas
encarecieron los precios un 15%, entonces cuando se aplicaron el Ahora12
(septiembre de 2014) y el Ahora18 (diciembre de 2016), los precios de los artículos
incorporados en esos programas deberían haber subido un 15%. Puesto que los
precios no subieron cuando se aplicaron las 12 y las 18 cuotas, es claro que
los precios no van a bajar ahora que se elimina esa financiación. La hipótesis
del gobierno es claramente inconsistente.
Pero entonces ¿qué es lo que lleva al gobierno a tomar esta
decisión? Precios Transparentes es una mala solución a un problema que el
propio gobierno generó: con la caída del consumo y el incremento de la tasa de
interés, para los comercios y para las tarjetas las 12 y 18 cuotas sin interés
dejaron de ser negocio. Los comercios ven mes a mes como sus ventas se reducen.
Según CAME, en 2016 las ventas cayeron en promedio un 7% anual. Por esta razón,
aunque venda menos, el comercio prefiere vender de contado que financiado. En
lugar de vender tres heladeras en 12 cuotas sin interés, es más rentable vender
una sola heladera de contado e invertir ese dinero en una LEBAC. Para las
tarjetas, sucede exactamente lo mismo: el costo de oportunidad del dinero
aumentó significativamente ¿Por qué apostar a financiar un consumo en franco
deterioro sin interés cuando un instrumento financiero que no tiene riesgo
rinde muchísimo más? La solución del gobierno al problema que él mismo generó
es cargarles el costo de la recesión y de las altas tasas de interés a los
consumidores.
Por último, el nombre del programa, Precios Transparentes, no
puede estar más errado ¿Cuán transparente es una situación donde, a partir del
miércoles, cada producto tendrá tantos precios como formas de pago? Es decir, a
partir de mañana, una heladera tendrá un precio por pago de contado, otro
precio por pago en 12 cuotas, otro precio por pago 18 cuotas, otro precio por
pago con una determinada tarjeta de un determinado banco, etc. De la misma
manera que existen wedding-planners (personas que venden el servicio de
organizar casamientos, dado lo complejo de ese tipo de eventos), no sería
extraño que ahora surgieran consumption-planners: gente que acompañara a los
consumidores a comprar bienes durables que ahora tendrían una multiplicidad de
precios y formas de pago.
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