Bueno, mira, lo digo de una vez. Yo no lo inventé
a Kirchner. Te lo digo de una vez, así termino con esta pulseada de buena
voluntad que estoy llevando a cabo en un afán mío de liberarte un poco de tanto
mentira. La verdad: yo no lo inventé a Kirchner, ni a Cristina. Ellos nacieron
como una reacción a los malos gobiernos. Yo no lo inventé a Néstor ni
a Cristina. Los trajo, en su defensa, un pueblo a quien vos y los tuyos habían
enterrado de un largo camino de miseria.
Nacieron de vos, por vos y para vos. Esa es la
verdad. Porque yo no lo inventé a Kirchner, ni a Cristina. Los trajo esta lucha
salvaje de gobernar creando, los trajo la ausencia total de leyes sociales que
estuvieran en consonancia con la época. Los trajo tu tremendo desprecio por la
clases pobres a las que masacraste desde el norte hasta el 21 de diciembre del
2001 en plaza de mayo, porque pedía un mínimo respeto a su dignidad de hombres
y un salario que los permitiera salvar a los suyos del hambre. Sí, del hambre y
de la terrible promiscuidad de sus viviendas en las que tenían que hacinar lo
mismo sus ansias que su asco. No. Yo no lo inventé a Kirchner, ni a Cristina.
¡Vos los creaste! Con tu intolerancia. Con tu crueldad. Con la misma crueldad
aquella del candidato a presidente que mataba peones en su ingenio porque le pisaban
un poco fuerte las piedritas del camino a la hora de la siesta.
«Sí, yo sé que te fastidia que te lo recuerde. Es
claro, pero vamos a terminarla de una vez. Porque yo no lo inventó a Kirchner,
ni a Cristina. Los trajo la injusticia que presidía el país. Porque a fuerza de
hacer un estilo de tanto desmán, terminó por parecerte correcto lo más infame.
Claro, a vos no te alcanzaba esa injusticia. Tendrías, como un señor que yo
conocía q cobraba su dinero de los empresario para beneficiarlo con leyes, para
cuidar sus negocios, para q los pobres sean más pobres y mostrar clemencia con
actos solidarios que le hacen reducir los pocos impuestos q pagan. No, si la
memoria fastidia. Pero yo no lo inventó Kirchner, ni a Cristina. Los trajo la
estulticia que manejaba el país. Mira, si vos hubieras estado el 21 de
diciembre del 2001 en la plaza como tantos hubieras visto morir primero a
aquellos cinco, fuego a cientos y hubieras visto masacrar, no hubieras formado
nunca más parte de ese partido que integras por amor propio y quizá por
ignorancia de tantos hechos delictuosos que son los que empezaron a preparar la
llegada de Kirchner, ni a Cristina. En un país milagroso de rico, arriba y
abajo del suelo, la gente muerta de hambre. Los maestros sirviendo de burla en
lugar de hacer llorar porque estaban sin cobrar un año entero. ¡No! ¡Y todo
vendido! ¡Y todo entregado! Yo sé que te da rabia que te lo repitan tantas
veces, pero es que entristece también pensar que no lo queres oír. El otro día,
en un discurso oí que decías refiriéndote a un gobierno de los `90: "Ya
por ese entonces los obreros gozaban..." ¿De qué gozaban? ¡Los gozaban!,
que no es lo mismo. Y, sí, ¡los gozaban!
«La nuestra es una historia de civismo llena de
desilusiones. Cualquiera fuese el color político que nos gobernó, siempre la
vimos negra. Aspiramos a gozar y al final nos gozaron. ¡Todos! ¡Siempre! Una
curiosa adoración, la que vos sentís por los pajarotes, hizo que el país
retrocediese cien años. Porque vos tenés la mística de los pajarotes y practicas
su culto como una religión. Cuanto más pajarón él, más torpe y más crédulo vos.
Te gusta oír hablar a la gente que no le entendés nada, la que te habla claro
te parece vulgar. Yo también entré como vos y, ¿por qué no confesarlo?, me
sentía más conmovido frente a un pajarón que frente a un hombre de talento. El
pajarón tiene presencia, tiene historia larga, la que casi siempre empieza con
un tatarabuelo que era pirata. Yo también me sentía dominado por los pajarones
cuando era chico. Ahora ¡No! Cuando era chico, sí. ¡Pero no ahora Mordisquito!
Salvate de los pajarones. El fracaso -por no decir la infamia- de los pajarones
fue lo que trajo como una defensa a Kirchner y a Cristina. Pero no fui yo quien
los inventó. A Nestor lo trajo el fraude, la injusticia y el dolor de un pueblo
que ahogaba de harina blanca .
«Te dejo. Con tu conciencia. ¡Nestor es tuyo! ¡Vos
lo trajiste! ¡Y a Cristina también! Por tu inconducta. A mí lo único que me
resta es agradecerte el bien enorme que sin querer le hiciste al país. Gracias
te doy por él y por ella, por la Patria que los esperaba para iniciar su
verdadera marcha hacia el porvenir que se merece. ¡A mi ya no me la podés
contar, Hasta otra vez, sí. Hasta otra vez.»
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