domingo, 2 de abril de 2017

Pero madre, ¿qué está pasando acá?


Malvinas fue una especie de tormenta de hierro, que inundó el continente hasta sepultarlo bajo el óxido. Destruyó puertas y ventanas, incluso casas enteras. Se llevo con ella fotos y cumpleaños, dejando atrás agujeros negros y abolladuras. Fue uno de esos desastres imposibles de medir, porque no hay números estáticos que puedan representar la devastación de la memoria...



Ellos eran demasiado jóvenes, pero se sentían viejos y cansados. No lloraban. No por vergüenza, sino porque no servía. Las lágrimas sólo empeoraban el estado deplorable de sus cuerpos hambrientos e hipotérmicos, que a veces parecían resistirlo todo, y otras, estar a punto de partirse en dos.

 Ellos, los secuestrados por una guerra que perdieron antes de empezar, tenían prohibido pensar en el futuro. En su cabeza, primaba la conciencia de lo inestable del presente, y lo borroso que se volvía el pasado.Y cambiaron, demasiado tal vez. Porque sus ojos perdieron la inocencia, y se quedaron ciegos por la cataratas y el polvo de la detonaciones.

Aunque lo intentaron, no pudieron olvidar lo vivido. Los gritos y la desesperación cuando, de pronto, comenzaba el bombardeo. La impotencia, y las ganas de putear bien fuerte cuando estacaban a un compañero en medio del vendaval. El horror de las mutilaciones, de la gangrena, de los pies morados y marchitos por el frío ¿Cómo iban a poder tachar de sus registros los nombres de los muertos y no muertos, de los que dejaron su cuerpo, y de los que se olvidaron el alma en las islas?

¿Dónde quedaron esos chicos que fueron humillados y obligados a callar para no incomodar? ¿Cómo devolverles la vida que una mano negra les robó?

Quienes no murieron en la isla, quienes no se mataron en el camino, a quienes todavía les late el corazón, viven. Pero entre cada latido todavía escuchan bajito los gritos de un general, o el suspiro inconexo de un compañero moribundo...


 Todo está lleno de polvo. Caras, manos, bocas. Porque no se habla y es mejor así, ¿no? Porque se queman las memorias y se cosen lenguas.

 Todo está salpicado de sangre. Y sobre eso hay que hablar y escribir, y gritar con ganas y leer. Sobre eso hay que volver, y sacar fotos, y archivar fechas y nombres.

 No olvidemos. La tormenta pasó, pero las ventanas siguen rotas, y hay que mirar para adentro, y asegurarse de que no se robaron nada. Memoria.