miércoles, 1 de febrero de 2017

CONSUMO

El Ahora12 y, por qué no decirlo, el Ahora18 también, fueron programas que apostaron a una de las formas más eficientes de reactivar el consumo: el crédito. La lógica era relativamente sencilla: los comercios apostaban a que el crédito aumentara su volumen de ventas; las tarjetas y los bancos, mejoraban las condiciones financieras que ofrecían a los comercios, apostando a ganar más por el aumento en el volumen de las ventas financiadas, que por las comisiones que obtenían de cada transacción; los consumidores podían acceder a bienes durables (plasmas, heladeras, aires acondicionados, etc.) puesto que la posibilidad de financiar el producto implicaba un aumento en su poder adquisitivo. A pesar que algunos economistas piensen que eso fue “una ilusión” o que “no era normal”, el programa tuvo un éxito rotundo:
En los 16 meses que van desde el lanzamiento del Ahora12 entre septiembre de 2014 y hasta diciembre de 2015, el consumo acumuló un crecimiento del casi 5% en cantidades.
Las ventas totales con el Ahora12 desde su inicio llegaron a los $101.000 millones con un total de 44 millones de transacciones registradas.
En los primeros 10 meses de 2016 las operaciones con Ahora12 tuvieron un crecimiento anual del 30%.

En ocasión de su lanzamiento, la entonces Presidenta, Cristina Fernández de Kirchner, apuntó a que el plan era “para comprar trabajo argentino”. La financiación solo podía ser utilizada para adquirir productos elaborados por la industria nacional y a muchos nos habrá pasado de ir a un local de ropa y que el vendedor nos explique cuáles prendas sí podían pagarse en 12 cuotas y cuáles no.

El éxito del Ahora12 no solo consistió en el incremento del consumo, sino en su expansión territorial. Uno de los factores que más contribuyen a explicar el crecimiento del programa es la aparición de la financiación en negocios que típicamente no utilizaban tarjetas de crédito. Los ejemplos abundan en el interior del país. Para nosotros lo porteños, basta con recorrer la Avenida Cabildo y ver los carteles escritos con marcador en las puertas de muchos comercios, emulando el logo oficial del Ahora12. El programa llegó a comercios donde antes las tarjetas de crédito no lograban penetrar. Fue entonces beneficioso para las tres partes involucradas: los consumidores podían financiar sus compras en casas de segundas marcas, donde los precios son generalmente más bajos; las tarjetas incorporaron más clientes (comercios) a su negocio; y los comercios pudieron beneficiarse de ofrecer a sus clientes un programa con una altísima aceptación entre los consumidores.

El reciente anuncio por parte del gobierno de Macri de “Precios Transparentes” resulta en principio incomprensible: en noviembre de 2016, el gobierno ampliaba el Ahora12, lanzando el Ahora18 un programa que “posibilitará comprar en 18 cuotas sin interés”.
Pero ¿cómo? ¿Hace nada más que un mes el gobierno profundizaba las 12 cuotas sin interés y las extendía hasta las 18 cuotas a sabiendas que esas cuotas tenían “un interés oculto”, como ahora se acaba de argumentar en el programa Precios Transparentes? Las hipótesis que permiten comprender esta ciclotimia de la política económica se reducen a dos:
1. O bien el gobierno sabía que las 18 cuotas “sin interés” tenían un interés y lo ocultó deliberadamente (lo cual sería grave).
2. O bien el gobierno lanzó el Ahora18 sin siquiera saber que las cuotas tenían un interés oculto (lo cual sería gravísimo…).
Pero el problema es que ni 1 ni 2 son ciertas. Para que quede claro: las 12 y las 18 cuotas de los programas de cuotas sin interés… ¡no tienen interés! ¿Cómo podemos estar seguros de esto? Simple lógica. Veamos. El argumento del gobierno es que los programas de cuotas sin interés, en realidad tienen interés. Los comercios volcarían el costo financiero de esos programas en los precios de contado, encareciendo los artículos y contribuyendo a la inflación. Siguiendo con estas hipótesis, la eliminación de las 12 y 18 cuotas haría bajar los precios de contado entre un 10% a 15%. Pues bien, si la hipótesis del gobierno fuera cierta, esto es, que las 12 y 18 cuotas encarecieron los precios un 15%, entonces cuando se aplicaron el Ahora12 (septiembre de 2014) y el Ahora18 (diciembre de 2016), los precios de los artículos incorporados en esos programas deberían haber subido un 15%. Puesto que los precios no subieron cuando se aplicaron las 12 y las 18 cuotas, es claro que los precios no van a bajar ahora que se elimina esa financiación. La hipótesis del gobierno es claramente inconsistente.
Pero entonces ¿qué es lo que lleva al gobierno a tomar esta decisión? Precios Transparentes es una mala solución a un problema que el propio gobierno generó: con la caída del consumo y el incremento de la tasa de interés, para los comercios y para las tarjetas las 12 y 18 cuotas sin interés dejaron de ser negocio. Los comercios ven mes a mes como sus ventas se reducen. Según CAME, en 2016 las ventas cayeron en promedio un 7% anual. Por esta razón, aunque venda menos, el comercio prefiere vender de contado que financiado. En lugar de vender tres heladeras en 12 cuotas sin interés, es más rentable vender una sola heladera de contado e invertir ese dinero en una LEBAC. Para las tarjetas, sucede exactamente lo mismo: el costo de oportunidad del dinero aumentó significativamente ¿Por qué apostar a financiar un consumo en franco deterioro sin interés cuando un instrumento financiero que no tiene riesgo rinde muchísimo más? La solución del gobierno al problema que él mismo generó es cargarles el costo de la recesión y de las altas tasas de interés a los consumidores.
Por último, el nombre del programa, Precios Transparentes, no puede estar más errado ¿Cuán transparente es una situación donde, a partir del miércoles, cada producto tendrá tantos precios como formas de pago? Es decir, a partir de mañana, una heladera tendrá un precio por pago de contado, otro precio por pago en 12 cuotas, otro precio por pago 18 cuotas, otro precio por pago con una determinada tarjeta de un determinado banco, etc. De la misma manera que existen wedding-planners (personas que venden el servicio de organizar casamientos, dado lo complejo de ese tipo de eventos), no sería extraño que ahora surgieran consumption-planners: gente que acompañara a los consumidores a comprar bienes durables que ahora tendrían una multiplicidad de precios y formas de pago.